Cuando miro a un animal, recuerdo lo que yo sentí


Cuando ahora miro a los ojos de los animales dentro de la industria cárnica o los animales cazados, explotados o aterrorizados de cualquier otra forma, veo lo yo que sentí.


Tenía cuatro años, vivía con mis padres en el Ghetto de Warsaw. Las tropas de Hitler iban de casa en casa, llevándose a los niños de sus padres, exactamente igual que la industria cárnica separa a los cachorros de sus madres. Se llevaron a los niños que podían andar y nunca mas fueron vistos. La desesperación de los padres y los niños era horrible, y conozco con todo mi corazón la desesperación de los millones de madres y cachorros que la industria cárnica separa todos los días.


Los "inservibles" de la industria cárnica equivalían a las personas mayores, los abuelos, donde en aquel entonces, las tropas alemanas les seguían gritando.¡Para jabón, para jabón! Y arrojaban sus débiles cuerpos al interior del tren. Ese mismo tren venía continuamente y se marchaba lleno de personas. Eran acinados juntos en los vagones igual que ahora son acinados los animales durante su transporte.
Un día metieron a mis abuelos al tren, y jamás volví a verles.


Mi madre consiguió sacarme sin ser descubierto del ghetto y me escondió en la casa de una familia polaca de Warsaw. Pero pronto las tropas de Hitler se extendieron por toda la ciudad de Warsaw. Recuerdo una ocasión en la que a hurtadillas miraba lo que sucedía a través de la ventana de la casa de mi benefactor situada en el interior de un parque vallado con un jardín y arbustos y una zona de arena para que jueguen los niños. Vi a los soldados alemanes disparar a las madres de los niños que estaban ahí, cuando se intentaron esconder entre los arbustos. Era igual que la caza con perros, en las que los cazadores disparan a los animales acorralados e indefensos -sé exactamente el terror que sienten estos animales. Es exactamente igual.


Vi edificios ardiendo. El tren seguí viniendo a diario y siendo llenado con la gente de Warsaw, tanto judíos como no judíos. Eran hacinados en el interior del tren para ir a los campos de concentración donde se les asesinaba, igual que se hacina hoy en día a los animales para ser transportados al matadero.


Entonces un día mi benefactor polaco, su hermana (con su perrito escondido bajo el abrigo), y yo fuimos metidos en el tren. Como las vacas, se nos asignó un número.
Igual que los animales de la industria cárnica, estábamos tan apretujados los unos a los otros que no podíamos movernos. Algunos niños estaban enfermos, envueltos en mantas, y tenían que ser llevados en brazos. No teníamos nada que comer o beber y apenas teníamos aire que respirar. La gente estaba tosiendo, llorando e histérica -igual que los animales, petrificados y confusos, gimiendo en agonía y pánico en los camiones transportadores.
Tras muchas horas, el tren redujo la marcha y los soldados alemanes saltaron del tren para asegurarse de que nadie tratase de huir del tren. Pero algunas personas saltaron, y los alemanes les dispararon. El amigo de mi madre me dijo,  "salta", pero estaba demasiado asustado. Entonces su hermana lanzó su perrito fuera del tren y saltó después del perro. Cuando vi que el perrito lo había logrado, salté yo también. Después saltó mi benefactor. Milagrosamente todos conseguimos escapar, y es por eso que hoy sigo vivo.
Mi madre era periodista, y mantenía una periódico sobre todo lo que ocurría. Escribía de noche, a la luz de una vela. Fue asesinada, pero mi tía publicó su periódico, y hoy se encuentra a la venta en todas las librerías polacas.


Por lo que viví durante el Holocausto. Porque fui una víctima mientras otros se mantenían indiferentes ante mi sufrimiento, no como animales y tampoco me visto con ellos. Todas las vidas son preciosas. Nuestro silencio debe terminar.


Fuente: Revista Mundo Vegano n°1

1 comentarios:

Anónimo dijo...

parecen geniales los quesitos y re buenos precios. ya voy a atacar! (en sentido figurado)

saludos!

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